En algunas series, en algunas guerra, en algunas batallas, aparece algo así como una "resistencia". Un grupo de hombres y mujeres que plantan cara a un rival, que a menudo, parece dispuesto a aplastarles.
Yo me digo que ser cristiano es, de algún modo, ser resistente. Como la roca que resiste al paso del agua (que, tal vez, eso sí, suaviza sus aristas). Como el junco que se dobla por el vendaval, pero no se rompe.
¿Contra qué?
"De día el sol no te hará daño ni la luna de noche. El Señor te guarda..." (Sal 121)
Contra alguna que otra tormenta. Contra uno mismo cuando se pone tontorrón. Contra esa misam fe, tan llena de agujeros. Contra los cantos de sirena, que te engañan con atajos hacia ninguna parte. Contra la desgana, el silencio, la apatía o la indiferencia. Contra el miedo por apostar por el caballo equivocado. Contra el aburrimiento.
¿Contra qué te toca luchar a ti en esta etapa de tu vida? ¿Y en tu fe?
¿Por qué?
Que no se trata de resistir por que sí... O de forzarse a pura voluntad. Se trata, más bien, de mantener viva la llama, el impulso que hace que merezca la pena luchar. Porque el fuego es real. Se trata de atesorar, muy dentro, las palabras del evangelio que a veces te incendian por dentro.
Se trata de cantar, con imbatible ternura que hay un amor infinito, abstenerse de interpretaciones sentimentaloides, que da sentido a la vida. Y convertir dicho amor en bandera, proyecto y promesa.¿Qué te ayuda a seguir? ¿Cuál es tu apoyo, tu fortaleza, tu motivo?